martes, 1 de noviembre de 2016

570. El Japón rural recordado desde Marsella

Pues aquí me tienen en Marsella, como ya les anuncié, instalado en el Golden Tulip Hotel, un confortable establecimiento hotelero de tres estrellas situado en el Quai du Lazaret, una de las partes en que se divide el paseo marítimo de esta ciudad costera. He venido para participar en el meeting anual del Réseau des opérateurs et amenageurs de la ville durable en Mediterranée. La organización de esta conferencia ha tenido a bien pagarme un vuelo regular de Iberia y dos o tres noches de hotel. El sarao empieza mañana por la tarde. Yo podría haber volado mañana, pero he preferido venir hoy para tener un día adicional aquí para dedicarlo a mi ocupación favorita: vagabundear por una ciudad grande sin una dirección fija, un poco a instinto, ayudado sólo por un plano. Mi vuelo, de menos de 2 horas, salía de la T-4 a las 12.45. En el aeropuerto me esperaba un amable conductor con un cartel con los logos de la conferencia, junto con dos colegas de Rabat que acababan de aterrizar en otro vuelo. Nos ha dejado en el hotel y me ha preguntado si necesitaba algo. Nada, le he contestado, me vienen muy bien estas 24 horas pour flâner par la cité, et me concentrer pour la conference.

Ya he proclamado hasta la saciedad que me encantan las ciudades grandes, que es el lugar donde me siento más a gusto, que si a mí me dejan en medio del campo me pierdo seguro, mientras en una ciudad me muevo como pez en el agua. La ciudad es mi medio natural. Por eso entenderán que en Japón me maravillara Tokio y también Kyoto, que es una ciudad bastante grande. Entre ambas hicimos diversas visitas, típicas de los tours turísticos, que les voy a resumir en este post, con algunas fotos de cada lugar. Desde Tokio hicimos un par de excursiones de un día, a Kamakura y Nikko. Kamakura es un lugar con mucho turismo interior, porque está muy cerca de Tokio y tiene playa. Aquí visitamos el templo zen Kencho-ji y el gran Buda gigante de bronce de 13,5 metros, famoso por ser la única pieza de cierto tamaño que sobrevivió a un tsunami en el siglo XV.




Nikko es otro lugar cercano a Tokio, en donde hay un grupo de templos declarados patrimonio de la humanidad. Tiene de especial que fue el lugar elegido por el gran shogun Tokugawa Ieyasu, el unificador de Japón del que ya les hablé, para que allí reposaran sus restos. Muchos siglos antes, el primer templo fue fundado por un monje budista que llegó ante el río y no sabía cómo cruzarlo. Entonces, dos serpientes entrelazaron sus cuerpos y trenzaron un puente para él. Ante semejante portento, al tipo no le quedó más remedio que construir un templo allí mismo. El río se cruza ahora por un puente de madera pintado de rojo, que te da entrada a un lugar de ensueño, en medio del bosque. Al final de la visita, nos comimos en el pueblo el mejor ramen que he probado en mi vida y que nos sentó fenomenal, porque hacía bastante frío.





Después de varios días durmiendo en Tokio, enviamos nuestras maletas grandes directamente a Kyoto en el tren bala, mientras nos aventurábamos con una pequeña mochila en lo que suele llamarse los Alpes japoneses, una zona muy valorada por los tours operators. Allí recalamos primero en Takayama, donde hay que visitar el barrio antiguo, formado por un par de largas calles con edificios de madera y tiendas de souvenirs, así como un par de mercados, con sus puestos atendidos por señoras mayores, a las que manda la familia a que vendan los productos de sus huertas. Aquí hay que destacar la cena que nos pegamos, a base de ternera de Hida, que presume de ser la mejor del mundo, por delante incluso de la de Kobe. Como ésta, se trata de una carne entreverada con muchas vetas de grasa, que te ponen cortada en tiras, para que tú  mismo te la hagas en una plancha al centro de la mesa.

Además de eso, en Takayama nos alojamos en un hotel tradicional, en donde nos tocó dormir en futones sobre tatamis, y donde había también unos baños termales, separados por sexos, donde uno entra desnudo y ha de lavarse largamente antes de entrar en las piscinas con agua a 37 grados, los yacuzzis y saunas, etc. Allí me abordó un señor de pelo blanco con el que estuve un buen rato departiendo sobre lo humano y lo divino, algo muy estimulante cuando uno está como Dios lo trujo a este mundo cruel. Para ir a los baños, el hotel te facilitaba un equipo completo de kimono, cinturón ancho y toquilla, que en otro tiempo me hubiera robado para llevármelo a Madrid. Con los años me he vuelto yo muy correcto, a pesar de que el conjunto me quedaba bastante bien, como pueden ver abajo.

La siguiente estación fue la aldea de Shirakawago, también patrimonio de la humanidad, que se caracteriza por la construcción de sus casas, de estilo gasso-zukuri (manos unidas en oración), así llamada por sus tejados hechos de paja y muy inclinados, para que resbale por ellos la frecuente nieve. Antes de llegar, se pasa por un mirador desde el que se hacen fotos panorámicas de la aldea. Allí hay unos fotógrafos que te hacen fotos de grupo con sus máquinas, que luego puedes comprar si quieres quedarte con un recuerdo. También te hacen instantáneas con tu propio móvil, si se lo dices. Estos fotógrafos, hablan lo justo para su trabajo, pero en todos los idiomas del mundo, con su cara siempre sonriente. Cuando nos vieron llegar y nos escucharon empezaron a gritar: ¡Ah! ¡España! kereketagaunafoto?, España, nokobramos, kereketagaunafoto? A veces he llegado a pensar que los japoneses tienen los ojos rasgados de reírse todo el rato.



El lugar es precioso, pero es que encima llegamos el día de la Fiesta del Sake. Ese día se monta una feria con muchos chiringuitos, fritangas y puestos de venta de recuerdos. Además de comer algo con una lata de cerveza, has de comprarte una taza de cerámica para el sake. Se hacen diversos actos solemnes, para conmemorar la producción del primer sake de la temporada. Hay desfiles y actuaciones de una especie de mimos con animación musical en un estrado. Finalmente, la concurrencia se sienta en el suelo en hileras y empiezan a pasar las camareras con el sake a granel, del que te ponen todas las veces que quieras. Sólo tienes que tener tu taza preparada. No les extrañará saber que acabamos en el autobús cantando Japón patria querida, aunque el sake es un licor lechoso de escasa graduación, no más que un vino. También hay otro más destilado, transparente, tipo aguardiente, pero de ese no había en la fiesta.




El autobús nos llevaba a Kanazawa, ya cerca del mar de Japón, donde hicimos noche, antes de salir para Kyoto. Creo que el resto de mis aventuras japonesas se van a quedar para otro post. Como les digo, a mí lo que me gusta son las ciudades grandes y cosmopolitas. Como Marsella, que es la segunda ciudad de Francia, con millón y medio de habitantes en su área metropolitana. En el próximo post les hablaré algo sobre esta magnífica urbe mediterránea, que tiene más cosas en común con Valencia, Nápoles o Argel, que con el resto de Francia. He pensado que tal vez yo soy tan urbanita porque nací en La Coruña, un lugar bastante cosmopolita, dentro de sus limitaciones. Tan urbano como para inventarse un lenguaje propio, el koruño. Esto es algo que ha surgido por la parte de Monte Alto, como respuesta a las tensiones lingüísticas entre el gallego y el castellano. El koruño es una lengua mestiza, que aúna elementos del calorro con el lenguaje de la calle, además de tiempos verbales e inflexiones puramente galaicas. Y, como no podía ser de otra manera, el koruño tiene su propio órgano de difusión digital, que se llama el Neno! Les pongo una copia de pantalla, para que vean que no me lo estoy inventando, pero abajo les facilito una transcripción, porque sé que es difícil de leer esa letra tan pequeña.    


El pie de foto reza: El buga reventao, que ya no vale ni para chindarle las llantas. Y el texto de la noticia, que firma el redactor llamado El Bragas, dice lo siguiente. No tuvimos una desgracia por un pelamen de “las bisonte”. Sobre las diez de la matina, a un operario de grúa ke levantaba un paletuni de ladrillos dun kel del trinke, se le fue la carga y la chindó a plomo en la puta calle. El pastel todo cayó encima duna furgalla, ke kedó mimetizada con el adokinao de Ángel Rebollo. Los julais de prevención y los maderos investigan la película por si el notas ke pilotaba la movida desayunara un anisaco o todo se debe a que el chimpín de juja ese tenía más brejes ke la plaza de Azcárraga. El Neno! No pudo pillar la opinión de la peña porque en Monte Alto la peña se levanta cuando le sale del cimbel y al cierre del Neno! el único pavo ke paraba por allí respondía al nombre de “Catrufo” y, a pesar de negar la presencia en los hechos, los operarios comunicaron a los maderos ke llevaba fumando calamares y tocándose la huevada desde ke llegaron, lo ke hizo que la madera lo parcheara y lo identificara, por si les hiciera la 13-14.

Sensacional. Humor koruño del más genuino. Sean felices. Entre tanta foto de Japón, aun no les he contado qué carallo he venido a hacer en Marsella, pero todo llegará.

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