jueves, 9 de mayo de 2013

124. Qué está pasando

Casi ocho meses después de haber inaugurado este Blog, debo levantar un poco el pie del acelerador y dejar que se cargue mi batería eléctrica, como hace mi maravilloso coche híbrido, mi nuevo y flamante Toyota Auris. Tengo unas cuantas excusas técnicas. Ahora mismo, no tengo Internet en casa, por una avería que no sé cuándo me arreglarán. Mi única posibilidad de alimentar el Blog es en el trabajo, lo que estoy haciendo hoy por primera vez, robándole tiempo a mis ocupaciones laborales, cada vez más exigentes.

Y pasado mañana me voy a una zona del centro de Portugal en la que tampoco hay conexión a Internet y donde estaré hasta la fiesta del próximo día 15, San Isidro, patrón de Madrid. Allí procuraré recuperar el placer perdido de la escritura a mano en un cuaderno, con el añadido de la desconexión total de este mundo desquiciado en el que estamos. Qué gustazo, levantarte por la mañana y no tener forma de enterarte de qué tal ha dormido Rajoy, si a Rubalcaba le ha salido un grano en la barba, o si a Mourinho le ha dado por cagarse en Karanka, el único que todavía lo aguanta. Que hartura de personajes, todo el día asaltándonos con su incuria mental en medio del erial ideológico en el que nos movemos en esta crisis inacabable.

Es que te haces una sopa de menudillos (es un decir) y, cuando la atacas con la cuchara, entre los tropezones se te aparece de pronto el rostro reseco de Urdangarín, como un picatoste reacio a absorber el caldo. Y si se te ocurre, por ejemplo, prepararte un salteado de verduras al wok, entre las setas y los trozos de calabacín, se asoma Gallardón como una cabeza de espárrago malformado repitiendo su mantra: “la mujer se ve obligada a abortar como resultado de la violencia estructural de su entorno”.

Por una semana me voy a olvidar de toda esta mierda y voy a intentar acercarme al ideal del Hombre Nuevo, desconectado y fuera de cobertura, del que hablaba Manuel Vicent en su artículo Telaraña, cuyo link les adjuntaba al final de mi post #78 La señora Sabine Moreau. Y dentro de ese nirvana en que me voy a sumergir, dejaré por unos días de cargar textos en el Blog. Como ven, no me faltan excusas técnicas. Pero debo confesar que también necesito un descanso neuronal. Para reparar circuitos. Les prometo que será una cosa temporal.

A las puertas de mi lapsus vacacional, puede ser un buen momento para detenerse y mirar alrededor. ¿Qué está pasando? Bueno, hay una crisis económica generalizada, que se afronta de distintas formas según las zonas. En Estados Unidos la van capeando malamente. Es allí donde empezó todo (vean Inside Job y Margin Call, dos películas fundamentales para entender en dónde estamos metidos). Hay países emergentes como China, Brasil, la India, en donde las cifras globales son espectaculares, pero yo no veo grandes avances en el tema de derechos sociales, igualdad, etc. Las clases dirigentes de esos gigantes en ascenso están cada vez mejor, pero no tienen apenas clase media y allí los pobres viven muy mal.

Y luego está la vieja Europa, lastrada por problemas estructurales que nos impiden una respuesta más ágil. Se dice que la culpa es del euro, que se implantó de manera apresurada y todo eso. Pero era hermosa la idea de la Europa unificada que concibieron De Gaulle y Adenauer. Estos dos gigantes, después de la Guerra Mundial, se sientan y dicen: llevamos siglos guerreando entre nosotros. Terminemos con ello para siempre. Las cosas fueron bien al principio, entre estos dos países y sus cuatro comparsas: Italia y los tres del Benelux.

Repasemos lo que sucedió después. En 1973, los Seis pasan a ser los Nueve, al ingresar el Reino Unido, Irlanda y Dinamarca. Todo sigue yendo más o menos bien. En 1981, entra Grecia como socio número 10, una cabezonada de Alemania para ampliar mercados. Ya entonces se sabía de los desajustes estructurales de este pequeño país lleno de historia, que no tenía continuidad geográfica con los Nueve y que vio la oportunidad de medrar a partir de su integración, sin estar de verdad preparado para formar parte de una estructura supranacional. Pero la importancia relativa de Grecia era tan pequeña, que no afectó al total de la Unión.

En 1986, entramos nosotros y los portugueses. El impacto es mayor, pero las estructuras europeas pueden con ello. ¿Qué pintábamos nosotros allí? Pues era una oportunidad única de certificar nuestra salida del atraso crónico en que llevábamos sumidos desde hacía siglos. Les recuerdo que, sólo cinco años antes del ingreso, el señor Tejero había entrado a tiros en las Cortes al grito de ¡Se sienten, coño! Una escena ya definitivamente imposible en la España integrada en Europa. Como país receptor de fondos, nuestro salto adelante fue extraordinario. A pesar de todo, yo sigo siendo un europeísta convencido.

En esos años las instituciones europeas trabajaban duro en el diseño de las políticas globales que permitirían reforzar la unión y competir con Estados Unidos y Japón. Entre ellas la implantación de una moneda única. Pero en 1990 cae el muro de Berlín y Alemania se ve en la tesitura de asumir el coste de elevar el depauperado nivel de vida de la RDA, para lo cual hace un esfuerzo económico poderoso, que obliga a sus ciudadanos a ajustarse el cinturón para pagar el coste de la reunificación. En la inercia de las políticas diseñadas con anterioridad, en 1995 entran Suecia, Austria y Finlandia. Tres países ricos, que se suben de forma lógica a ese carro exitoso, que ya había logrado reciclar a España, Portugal, Irlanda y hasta Grecia.

Se podrían haber quedado ahí. Pero fueron víctimas de la desmesura. En 2004, la cosa se amplia nada menos que a otros 10 países. A saber: Chequia, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia. La cosa se convierte en un despelote, el conjunto se vuelve ingobernable, en la Comisión Europea se dan cuenta de que la han cagado y empiezan a ralentizar sus iniciativas. A poner parches. A complicar los aspectos burocráticos. A no hacer nada, en suma, a ver si el asunto se va arreglando solo. Para no hacer nada, lo mejor es poner a la cabeza a un portugués, como han hecho. No tenían noticia de que por aquí teníamos al campeón de esa difícil disciplina, un tal Rajoy.

Desde entonces, somos una ruina colectiva. Por pura inercia admitimos también a Rumania y Bulgaria, dos países que no han llegado a tiempo ni de las migajas. Sus poblaciones se dividen entre los que se preguntan para qué han entrado en Europa, y los que ni siquiera se han enterado de que están dentro. Cuando llega la crisis económica, Europa está maniatada en esa inmovilidad institucional. Y la señora Merkel se empecina en aplicarnos sus políticas, las mismas que Alemania se administró a sí misma después de la unificación. Una especie de quimioterapia súper agresiva. Un ajuste monumental que, por ahora, no ha producido grandes resultados en lo sustancial.

¿Se creen que esto es una humorada estrambótica que se le acaba de ocurrir a un ignorante sociopolítico, como el que suscribe? Pues no. Es, más o menos, el resumen del relato que me hizo un amigo, funcionario jubilado de la Comisión Europea. Es decir, es la versión de un testigo de primera línea. Yo me la creo a pies juntillas.

Piensen sobre ello durante estos días en que me volveré luna nueva, dedicado a cargar mis baterías de energías híbridas, como hace mi brand new car. Sean felices, en este puente tan madrileño, y pásenlo bien. A la vuelta seguiremos al pie del cañón.

Hablando de San Isidro, ya saben que era un simple trabajador agrícola, de la cuadrilla del terrateniente Iván de Vargas. Cada mañana se levantaba temprano y, en vez de ir a trabajar, subía a la montaña y se pasaba el día contemplando a Dios y hablando con él. Al anochecer bajaba al llano y ¡oh maravilla! su trabajo estaba terminado. Lo habían hecho los ángeles del cielo. Por esto lo elevaron a santo. Otras versiones menos pías sostienen que quien hacía el trabajo de San Isidro era su señora, Santa María de la Cabeza, santa por partida doble. Incluso los hay que creen que el tipo era un musulmán, falso converso, y por eso se alejaba para hacer sus oraciones donde nadie lo viera. No lo cuenten por ahí que, como esta patraña llegue a los oídos del señor Rouco, es capaz de excomulgarnos.  

6 comentarios:

  1. Echaremos de menos tus escritos, siempre interesantes, durante esta semana. Deseamos un pronto arreglo de esa avería y que disfrutes en Portugal y de tu nuevo coche. Esperamos impacientes tus impresiones sobre ambos. De la Unión Europea, ¿qué decir?, se concibió precipitadamente, comenzando por una unión monetaria mal calculada, con intereses espurios por parte de algunos. ¿Donde está la unión en temas laborales, de pensiones, de educación, de sanidad y un largo etcétera?. Tambien yo me siento un europeista convencido y otros muchos lo fueron antes que nosotros tras la desgracia de la I Guerra Mundial y lo que más siento es que no llegaremos a tiempo de verla conformada. Otros,con espíritu más provinciano, optan por la secesión. Lo dicho, hasta la vuelta.

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    1. No sé quién eres, pero coincido con tu comentario al 100%. Podría firmarlo. La Unión Europea está lastrada por intereses económicos y falta de estructura en otros sectores, como el jurídico, por ejemplo. Pero, en primer lugar, hay que relativizar las cosas y ponerlas en su contexto histórico. La situación actual es mala y está perjudicando a España. Pero, si la comparamos con el tiempo de la Guerra Mundial, pues es buenísima.
      En los sectores que citas (educación, pensiones, sanidad) habrá que seguir profundizando, hasta igualarlos y optimizarlos en lo posible. Supongo que yo tampoco lo veré. Pienso en la reciente sentencia europea contra el sistema español de actuar en caso de impago de hipoteca, que está causando la ola de desahucios. Eso es lo mínimo que esperamos de Bruselas.
      Los antieuropeistas son, como tu dices, los provincianos, paletos, nacionalistas, etc. La secesión nos dejaría desvalidos en el mar de los grandes intereses multinacionales. Piensa que una de las soluciones que se derivarían de volver a la peseta, sería la posibilidad de devaluar la moneda. Pero ¿quién acaba pagando una devaluación? Hasta la vuelta.

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  2. Lo mismo te pasa como al santo y cuando vuelvas resulta que los post se han escritos solos.

    Que disfrutes! En Portugal hay un vino cojonudo!
    JULIAN

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    1. Gracias, Julián. Brindaré por ti con una copa de vinho verde, frente a un buen plato de ameixoas a' cataplana. Los posts no se van a escribir solos, pero tal vez me traiga de vuelta nuevos temas de reflexión y algunas notas. Los portugueses me encantan, ya hablé de ellos en el post 51, entre otros.
      Que lo paséis bien por aquí.

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  3. Mis mas sinceros deseos de usted disfrute de esa tierra tan maravillosa y amable que es Portugal (mourinhos aparte). Una abrazo.

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    1. Me cuidaré de que no me enfíen o barreto. Un abrazo.

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