miércoles, 27 de febrero de 2013

94. Yugoslavia como ejemplo

Hace tiempo que no doy la murga con el tema del nacionalismo, mis posts #25, 34, 40 y 50 sobre el tema no tuvieron un seguimiento muy amplio y deduzco que la gente no quiere oír hablar de esto, que bastante agobiados están ustedes con la hipoteca, los recortes en sanidad y educación, el copago farmacéutico, la diáspora de sus hijos al extranjero en busca de un trabajo digno y otras desventuras. Pero yo he visitado Yugoslavia cuando existía y también Croacia después del estallido del Estado Yugoslavo, y no puedo dejar de estar preocupado por la deriva catalana y el regocijo con que la observan los vascos, que sufrieron durante años una violencia terrible y ahora dicen: “id vosotros delante, que ya os seguiremos, pues”.

Nuestra situación actual tiene puntos en común con la yugoslava anterior a 1991. Quizá la mayor diferencia es que en Yugoslavia convivían tres religiones diferentes, al menos, y ya se sabe lo malo que es esto para la unidad de un Estado. Fuera de eso, la situación de Yugoslavia en 1990, no era muy diferente de la nuestra ahora, y no quiero asustar a nadie. Por un lado, serbios, croatas, eslovenos y bosnios son étnicamente similares, todos ellos pueblos eslavos implantados en los Balcanes en torno al siglo VII, adonde llegaron provenientes del Cáucaso, según algunos, y de más allá (Persia), según otros.

Todos ellos proceden de un mismo tronco étnico y, lógicamente, es imposible distinguirlos por sus rasgos. Usted ve a un croata y sabe que es un croata porque es el hijo de Fulanito y Menganita, pero alguien que desconozca este dato no lo diferenciaría de un serbio o un esloveno. Igual que entre nosotros. ¿Ustedes distinguirían a un catalán de un aragonés? Yo no. Bueno, a un vasco, tal vez, por la boina. En cuanto al idioma, otra de las señas de identidad a las que se agarran siempre los nacionalistas, pues resulta que gramaticalmente es el mismo, el serbocroata que, con diferentes acentos, se habla no sólo en Serbia y Croacia, sino también en Bosnia y en Montenegro. Los que sí son ligeramente distintos son el esloveno y el macedonio. Ahora, la lengua oficial de Croacia es el croata y la de Serbia el serbio, pero son la misma. Igual que el café turco y el café griego, que son idénticos, pero no se lo digas a unos y otros.

En ese idioma serbocroata, yugoslavo significa precisamente eslavo del sur, lo que diferencia estos pueblos de los del norte (checos, húngaros, letones, ucranianos y tantos otros). Entre los yugoslavos había continuamente guerras de taifas, son pueblos peleones que estaban todo el día de bronca, algo habitual entre vecinos. En la Segunda Guerra Mundial, los nazis crearon un Estado títere croata, cuyos gorilas, los ustachi, se hartaron de cargarse serbios. A su vez éstos organizaron guerrillas no menos sanguinarias, los chetnniks, que con el apoyo de Rusia mataron a muchos croatas. Los serbios son un pueblo muy guerrero. Es significativo que su fiesta nacional más querida conmemore una derrota contra los turcos en el Kosovo, hace más de 600 años. Para ellos es más honrosa una derrota, que una paz impuesta, como explicaba Janez Drnovsek en su libro El Laberinto de los Balcanes, clave para entender esta zona.

Es decir, que había odios históricos latentes entre los pueblos y agravios bien arraigados. Eso no impidió que, al acabar la Guerra Mundial, todos se agruparan bajo el mando del mariscal Tito e iniciaran un camino unificado, sobre la base de las ideas paneslavistas, el origen común de todos ellos y el perdón de las atrocidades anteriores. Tito supo desmarcarse lo justo del mundo soviético, como para que los americanos le apoyaran económicamente, llevando a su país a unos niveles de prosperidad desconocidos. Yo atravesé Yugoslavia de vuelta de Grecia y puedo certificar que allí se respiraba una libertad mayor que la permitida en los demás países del área soviética. Pero Tito murió en 1980, la ayuda americana declinó y los yugoslavos entraron en una crisis económica severa.

Y allí surgieron los politiquillos nacionalistas, como siempre, sacando de la caja de Pandora los viejos agravios, echando la culpa al otro de todos los males, hasta de las tormentas, y agitando la bandera de la escisión. Personajes siniestros como Franjo Tudjman, el primer presidente croata, un tipo turbio y taimado. Similar, en mi opinión, a políticos como Arzallus o Artur Mas. También como siempre, ese discurso caló profundamente en las zonas rurales, en las aldeas, entre la gente más inculta. En las ciudades, los pueblos se habían mezclado y, después de 35 años de unificación, había muchas parejas mixtas.

La situación en España es diferente, básicamente porque aquí no ha salido un líder centralista tan cabrón como Milosevic, el último presidente yugoslavo, que extremó las políticas basadas en el dominio de los serbios y lo que consiguió fue exacerbar el odio de todos los demás. Aquí se han hecho esfuerzos ímprobos por integrar a los catalanes y los vascos, hasta el extremo de organizar un regionalismo de “todos café” que ha generado una estructura administrativa carísima, imposible de mantener. Les pido ahora un ejercicio de ficción ucrónica. ¿Recuerdan ustedes que Aznar estuvo decidiendo a quién nombraba sucesor? ¿Se acuerdan de quiénes integraban la terna? ¿Se imaginan que el dedo divino hubiera caído sobre Mayor Oreja? De ser así, es posible que ya estuviéramos a tiros. Dos no se pelean si uno no quiere, y aquí no nos faltan los Tudjmans pero, por suerte, no nos ha salido un Milosevic

La deriva yugoslava no es una opción totalmente disparatada en nuestro futuro, ojala no me toque verlo. La guerra es lo peor que le puede tocar vivir a una persona. En Yugoslavia, esas tensiones estallaron en 1991 y la locura duró diez años. Al final, he aquí la lista de países resultantes: Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y el Kosovo. Además, Bosnia son en realidad dos países que casi ni se hablan entre ellos, con capitales distintas (Sarajevo y Banja-Luka), que no se siguen pegando por la presencia de fuerzas internacionales de interposición y que sólo comparten el representante en el Festival de Eurovisión, y eso porque no les dejan llevar a dos.

La cifra de muertos de estas guerras absurdas en pleno corazón de la civilizada Europa superó los cien mil. Los refugiados son incontables. Por ejemplo, los yugoslavos eran una potencia en fútbol y baloncesto. En España había muchos jugadores de ambos deportes, que vinieron aquí como yugoslavos y, al regresar a su tierra, tuvieron que elegir nacionalidad. La patria en la que habían nacido y crecido ya no existía. No es de extrañar que muchos decidieran quedarse. Un caso emblemático: Prosinecky, jugador del Real Madrid, llegó a España como yugoslavo y, al volver, se vio en la tesitura de elegir entre ser serbio, como su padre, o croata como su madre. 

No me digan que no es aterrador, todo esto. Yugoslavia fue un país potente, respetado en todo el mundo, pilar del Movimiento de los Países No Alineados. Los siete despojos resultantes de su estallido son países enanos, reinos de taifas sin peso internacional alguno, dominados por las grandes empresas multinacionales que cuentan con presupuestos anuales ordinarios diez veces mayores que muchos de ellos. Hay intereses ocultos en que los Estados grandes se destruyan. Yo he visitado Croacia y me he encontrado un país vendido a las empresas extranjeras. Fue sospechosa la rapidez con que la Alemania de Helmut Khol se apresuró a reconocer a este autoproclamado país. Si los catalanes siguen esa vía, no podemos esperar que los países con intereses económicos poderosos les ignoren.

En fin, por lo que a mí respecta: ¡¡Abajo el nacionalismo, coño!! Y sobre todo, no pierdan de vista una idea: el nacionalismo es retrógrado, camina a la contra de la historia, es excluyente, es racista, es fascista. Aunque muchos se crean muy modernos y se pongan pendientes como Otegui. Por cierto: qué mal le queda, ¿no?  
     

4 comentarios:

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    1. Lo de "ilustrado" te lo puedes ahorrar. Catetismo puro y duro, con intereses políticos, o politiquillos, detrás. Dicen que se cura viajando. Pero hay algunos que viajan mirando para dentro y no les aprovecha.

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  2. Se ve que eres un tío muy viajado, Emilio, por eso el nacionalismo te pone del hígado. Alguien dijo que "toda idea de patria es una idea beligerante"; el personal se pone muy intransigente con el hecho diferencial; pero no te engañes, no es cuestión de lengua, historia, cultura... entelequias; es cuestión de pasta; ¿por qué, si no, se sosiegan cuando el estado "central" hace concesiones?

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    1. De acuerdo totalmente. Lo que pasa que empiezan como tú dices, intentando sólo sacar ventajas y a veces se les va la cosa de las manos. De lo que quiero alertar en mi post es de que el juego de Artur Mas es muy peligroso. Los habitantes de las grandes ciudades yugoslavas no imaginaban, mediados los ochenta, que vivirían un guerra civil de diez años. Además de peligroso, estoy plenamente convencido de que el nacionalismo es retrógrado y fascista. Y echo de menos un pronunciamiento en este sentido de intelectuales como Bernardo Atxaga o mi paisano Manuel Rivas, que parece como que la cosa no va con ellos.

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